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jueves, 14 de febrero de 2013

Necesitamos periodismo

Tras el 11-S y una vez se pasó la conmoción después de los sucesos que paralizaron el mundo durante unas horas, la lengua española sufrió un barapalo del que le ha costado recuperarse. Hablo del cambio que estuvo a punto de producirse en una determinada palabra de nuestro idioma:
Colapsar.
Esta palabra cambió completamente de significado, simplemente por el hecho de que los enviados especiales a Nueva York y Washington, tras un periodo de convivencia de los dos idiomas, perdieron el significado de lo que significa que un edificio se colapse en español y que se "collapse" en inglés (derrumbarse, venirse abajo).
En una semana, el periodismo hizo temblar los cimientos de todo un idioma, al igual que hicieron en otros momentos de la Historia con gobiernos y naciones.

Y es que, el poder de los periodistas, suele quedar siempre aletargado, quieto, a la espera: hibernando y cogiendo fuerzas para la llegada de La Primavera.
Es ese letargo el que ha hecho que el periodismo de investigación sea una actividad casi olvidada, abandonada a ligas de segunda división y estilos underground.
Son los mismos que destaparon Filesa, los que dejaban en evidencia las mentiras de Aznar en el 11-M o los brotes verdes de ZP.

Y ahora se les quiere amedrentar, coartar y asustar con técnicas que amordazan la libertad de información y de expresión.
Lo que La Ley y La Justicia no han conseguido, puede que lo consigan los periodistas con La Verdad, dejando que sea el pueblo el que aplique su ley y justicia.
En otros casos, son los propios periodistas los que, por propio interés, se venden al mejor postor y dejan su imagen a merced del mercenariazgo para decir lo que quieren que se diga. Y esta actitud suele hacer que la gente se revele aún más contra el sistema y refuerce el verdadero periodismo.

Si hay algo que ha quedado demostrado es que un periódico o una cadena tiene el poder para hundir o ensalzar a líderes.
Podría pasar que un juez desestime un caso de corrupción por tecnicismos legales, pero si los periodistas realmente quieren, podrían dejar al descubierto todos estos años de chanchullos, connivencias y puterío que todos sabemos que ha estado ahí.

Lo más grande de todo esto es que no es necesario tener un código deontológico a tus espaldas: basta con llevar el móvil encima para ser un periodista en potencia. Al fin y al cabo, la objetividad no existe cuando plasmas hechos concretos con tus palabras y la pluralidad no entiende de individualidades. Somos uno con nuestros móviles. La información consiste en contar lo que sucede.
Las redes sociales, nuestra redacción y la necesidad, nuestro periódico. Informa.

viernes, 8 de febrero de 2013

Confianza

La confianza... Lo que queremos para uno mismo pero que rara vez respetamos en los demás.

Hace ya bastante tiempo me dieron un consejo estando yo en el instituto. No fue un profesor, sino el celador, desde el refugio de su garita, con cierto aire de colegueo, que dijo algo que se me quedó grabado. Lo recuerdo perfectamente...

"Procura que la gente no se de cuenta de lo que te molesta porque lo utilizarán para hacerte daño. Sobretodo aquí (en el instituto) y en el trabajo"

Pensé que a lo largo de su vida habría tenido bastantes experiencias desagradables, pero dado el contexto, en el que estábamos hablando de la maldad de la gente, le dí la razón, pensando que estaba en lo cierto, aunque confiando en la bondad de la gente y continué mi vida.

A día de hoy suelo acordarme bastante a menudo del celador de mi instituto porque a cada paso que doy me encuentro gente haciendo daño a quien le rodea, trepando, pisando, maltratando, hiriendo... eso sí, somos españoles: y eso significa que, mientras te apuñalan, verás una sonrisa esbozada en el rostro de quien te traiciona.
Y además, y muy probablemente, mientras te da la estocada y te produce aún más desconfianza en cuantos te rodean, articulará alguna frase triunfal, como:
-"Esto va así"
-"No es nada personal"
-"Era una broma"
-"Si sé que te gusta"
-"Pero, de buen rollo, ¿eh?"
O, la mejor de todas:
-"Es lo que hay"

Efectivamente: es lo que hay. Y, si no te gusta, pues no mires.
Levántate por la mañana, ve a trabajar y, además de lidiar con todo aquello que quiere hacerte tropezar, lidia también con quien quiere ponerte la zancadilla.

Que lejos de querer exagerar la situación, lo cierto es que en gran parte de las ocasiones la intención al hacerte la puñeta a veces es simplemente como muestra de confianza y cercanía, pero creo que es enfermizo tomarse confianza traicionando dicha confianza. No le encuentro el sentido ni le veo la lógica.

O seré yo, que le doy demasiadas vueltas al tema.

Lo que está claro es que lo mejor es mostrar tus sentimientos a quien de verdad va a respetalos. Todo lo demás, bien sea por un descuido o por gastar una broma es una erosión en las relaciones interpersonales y, por tanto, un flaco favor a la condición humana.

Si lo que hay que hacer es tomarse las cosas con filosofía y dado que es imposible elegir a cada persona que te rodea, se puede utilizar este dolor como varemo para valorar a la gente:
De más a menos, de menos a más o de personas... dependerá de si uno es optimista, pesimista o realista.

sábado, 2 de febrero de 2013

Guerra de nóminas

Tal vez no sea tan buena idea como sonaba hace un momento en mi cabeza. Lo cierto es que pasó por mi mente hace tiempo, pero no estaba muy seguro de que pudiese tener alcance o apoyo. Ha pasado algo de tiempo desde que se me ocurrió esta locura y ahora mismo me da igual el alcance o proyección que pueda tener esto: lo que pasa es que estoy harto. Y no soy el único.
La transparencia de nuestros políticos es nula. Nos exigen un esfuerzo para sacar todo esto adelante, mientras se hacen públicos todos sus escándalos. Y sólo nos queda seguir luchando. Luchar contra la crisis, contra la banca, contra los desahucios, contra las estafas, contra las preferentes, contra los elementos y, ahora también, contra los que tendrían que estar sacándonos del apuro.
Pues adelante. Que no sea por ideas.

Durante los últimos años nos han estado vendiendo diversas estadísticas y, cada poco tiempo, se hacía público el sueldo medio español. Cifras abultadas que yo jamás he olido ni por asomo. El salario mínimo a la altura del betún. Y ahora, la transparencia está boca de todos. Todos hablan de transparencia mientras abundan en la opacidad. Todos dicen que harán públicas sus nóminas y declaraciones de renta, pero pasa el tiempo y todo se olvida.

Pues ya está bien. Aquí tenéis mi nómina.



  • Turno rotativo de mañana, tarde y noche (turno americano) con la rotación: 7-3, 7-4, 5-2. Siete días de trabajo, tres de descanso; siete de trabajo, cuatro de descanso y cinco de trabajo y dos de descanso. En este turno se trabajan dos fines de semana al mes y los festivos que toquen por cuadrante. La disposición del turno la establece la empresa según su necesidad.

Entiendo que en España siempre hemos sido muy reticentes a hacer público nuestro salario. Lo cierto es que nunca he entendido muy bien el porqué. Sí que hace un par de décadas, lo más normal era negociar el salario directamente con el jefe, puesto que siempre se solía acceder a los puestos de trabajo por la oferta y, basándose en esa oferta, cada uno establecía un criterio sobre su propia valía. De ahí que las nóminas vayan en un sobre cerrado.
Ahora todos valemos lo mismo. El salario está estipulado por convenio.

Entonces, ¿por qué escondernos? Precisamente lo que pretendo con esta iniciativa es reflejar el verdadero poder adquisitivo de los españoles.
Con nuestras nóminas tenemos que pagar la vivienda, la comida, facturas, teléfono, internet, coche, gasolina, colegio, ropa, ocio, cultura, posesiones, imprevistos, ahorrar, rescatar bancos, pagar pensiones, ayuda a parados, un sistema sanitario que (dicen) es insostenible y un largo etcétera.

Siempre he pensado que no hay ningún motivo para avergonzarme o no decir públicamente mi salario. Éste no es un escaparate de lo que sé o lo que valgo. Simplemente es lo que me pagan. 


viernes, 1 de febrero de 2013

El cambio



La democracia, tal y como la conocemos, va a cambiar. Tiene que hacerlo.
Y no hablo de un cambio en el sistema, una revolución o cambios en la forma de administrar el poder que recae en el pueblo. De producirse un cambio, debería ser liderado por el pueblo y no por partidos políticos.

El último escándalo que ha estallado en España está revelando lo que en realidad todos sabíamos y permitíamos. Muchas veces se ha esgrimido frases como “y lo que no sabemos”, “y lo que no nos quieren contar” o “Yo también lo haría”. Éste último es el que considero más revelador…
Lo permitimos y toleramos porque nuestra bajeza moral está a la misma altura que la de aquellos que nos representan. Porque sí que nos representan. Sí que son como nosotros. La diferencia es que le han echado más huevos y han conseguido llegar hasta ahí. Es muy lamentable que la ciudadanía haya estado tolerando sistemáticamente lo que ahora se hace público mientras se sospechaba lo evidente: que nos estaban robando.

Esto es muy grave.

En el último año han estado diciéndonos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, mientras se quedaban con nuestro dinero. ¿Por qué nuestro?

A través de la Unión Europea se ha estado incentivando la economía para que nuestro estatus se igualase con el resto de países. Nos han estado inyectando dinero para que nuestro nivel de vida se equiparase con el de Francia, Alemania, Holanda… Con el dinero que la Comunidad nos iba prestando tendríamos que haber invertido en infraestructuras e industria. Ahora tendríamos que ser dueños de marcas como Seat o ser los productores de las frutas y hortalizas que se consumen en este continente. ¿Acaso no se nos llamaba la huerta de Europa? ¿Inditex no está vistiendo a medio mundo?
Todos hemos sido conscientes de cómo nos iban igualando al resto de países vecinos a la hora de pagar impuestos. Nuestra vivienda ha subido, la gasolina, el transporte, la cultura…
Y los que tenían que administrar y gestionar todo ese dinero para que fluyera y nos pusiese al nivel que merecemos, lo que han hecho es llenarse los bolsillos.

Los que recibían el dinero para que sus empresas construyeran, se guardaban parte del dinero que les estaban inyectando desde Europa para darle parte a los mismos que se encargaban de dirigir quién debía recibir esas inyecciones. Se lo estaban repartiendo todo. Nos hacían currar por dos duros y se repartían las ayudas y los beneficios.
¿Cuánto ha subido nuestro salario en los últimos trece años? ¿Cuánto ha mejorado nuestro poder adquisitivo desde que se instauró el Euro?

Tras mucho pensar y muchas formas de enfocar las posibles maneras de enfocar las distintas ramificaciones de este tema, quiero hacer un llamamiento:

Ahora es el momento clave que los políticos puede aprovechar para seguir perpetuándose legítimamente en el poder tras unas elecciones. No podemos dejar de votar. Eso puede valer si lo hacemos todos. El problema es que no nos podemos fiar de que saltemos a la piscina y nadie se quede en el borde en el preciso instante de dar todos ese paso al mismo tiempo.
Lo mejor es votar y hacerlo en blanco o en contra. No movilizarse es renunciar a muchas cosas. Movilizarse es el símbolo inequívoco de que se tiene voluntad y hacerlo de forma masiva es lo que nos da fuerza. La pasividad no es un arma. Nuestra pasividad es su arma.

Vienen tiempos oscuros y somos nosotros los únicos que podemos hacer que esto se decante a nuestro favor o en nuestra contra.

Yo, personalmente, creo que se tiene que hacer como en Islandia.

Cualquier implicado, desde el lado corrompido o corruptor, tiene que rendir cuentas. Los culpables tienen que ser despojados de todos sus bienes y deben ir a la cárcel.
Yo quiero una educación como en Finlandia. Quiero que mi sueldo me de para comprar productos que necesito, caprichos y vivir dignamente.

Soy defensor del sistema capitalista porque soy un consumidor convencido. Soy caprichoso y quiero poder darle a mi hija los caprichos que considere oportunos.

Creo en el capitalismo, pero tiene que estar repartido. Para que el sistema funcione, todos tenemos que formar parte de la cadena de consumo. Si el sistema me excluye, el sistema se derrumba.

El sistema capitalista se tiene que repartir entre toda la ciudadanía… y eso es socialismo.