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martes, 29 de mayo de 2012

Privatizaciones


En épocas de crisis, lo que impera es la privatización.
Al margen de inyecciones de dinero y rescates diversos a aquellos que sistemáticamente nos han llevado a la ruina, parece ser que privatizar empresas públicas forma parte del lote de lo que podríamos llamar “ahorro masivo”.
Podríamos ponernos a hablar largo y tendido sobre los motivos y los culpables de la crisis, bien a nivel mundial, en Europa o en España. Todos sabemos quiénes son los responsables de la quiebra global. Tal vez no podamos poner caras concretas, aunque sabemos que son “ellos”. El ciudadano de a pie no entiende de bolsa, de divisas ni de los motivos por los que El Mundo o, más concretamente su sistema financiero, se va a pique. Tenemos una enorme cantidad de datos que no entendemos, de modo que, para resumir, el caso es que unos cuantos se lo han cargado todo mientras llenaban sus cajas fuertes de dinero. Todo sea que no hayan construido una nave espacial y se lleven a unos cuantos elegidos a un planeta colonizado.
El caso es que en realidad da igual de quién sea la culpa porque, no se en otros países, pero estoy absolutamente convencido de que en España no va a haber consecuencias jurídicas ni políticas al respecto. No entiendo muy bien el motivo, pero arrastramos una gran tradición de política irresponsable en la que nadie es capaz de exigir cuentas. Los hay capaces, pero se les silencia rápidamente.
Hasta aquí, todo claro.
Bueno: no. No entiendo muy bien cómo se permiten el lujo de rescatar bancos que, al día siguiente de ser rescatados, descuelgan el teléfono para informar de una nueva política en la que no se permite tener la hipoteca al descubierto. A ver cómo lo digo para que se me entienda: “Vamos a ver, campeón… Os han rescatado a vosotros, no a mí. ¿Qué te hace pensar que, al día siguiente de que te rescaten a ti, va a crecer el dinero de mi nómina, de mi cuenta, de mi ayuda…?” Os han rescatado con dinero público. Hasta ahí, incomprensible, pero lo entiendo. Tras el rescate, hay una reunión para… bueno, para lo que sea… Voy siguiendo el hilo. Pero en esa reunión, ¿os drogáis con el dinero que os han inyectado? Porque no me lo explico.
Pero bueno, lo sigo diciendo: da igual. Es lo que hay y no va a cambiar nada.

Lo que tampoco me cuadra, y lo digo desde la más profunda ignorancia porque, si algo está claro es que el pueblo llano de política y economía sabe muy poco, es que eso de privatizar sea rentable. Ya han pasado años desde la privatización de Telefónica y Renfe (y otras) y si algo tendríamos que haber aprendido es que nada cambia. Tenemos unas tarifas de telefonía y de Internet de lo más caro de Europa y con el peor servicio. Tanto, que Bruselas ha dado unos cuantos toques de atención y por lo que se ve, algo va a cambiar y no sólo que ya no podrán ofertarnos terminales.
Sigue saliendo más a cuenta los desplazamientos en coche que coger el transporte público. Así que, privatizar transportes, tampoco ha sido la panacea…
¿Y ahora quieren privatizar el Ave? ¿La sanidad? ¿La educación?
¿…que no es sostenible? ¿Que no es sostenible?
Lo que la gente no sabe es que, si la Alta Velocidad Española es rentable a día de hoy, es gracias a la línea Madrid – Barcelona. Otras líneas, que se han construido mucho antes y que a día de hoy yo personalmente sigo sin comprender, no dan más que pérdidas. Madrid – Sevilla, Madrid – Toledo, Madrid – Valladolid… Y sí: depués de la importante que es la de Madrid - Barcelona, ya hay libertad para construir líneas que generen pérdidas, como la de Madrid - Valencia. Comunicar el centro de la península con el resto, es inteligente. Pero tardar veinte años en comunicar las dos ciudades más grandes, es el colmo de la estupidez, máxime cuando, ahora mismo es la que sustenta todo el tinglado. Pero si echamos un vistazo a la historia política de España y trazamos un diagrama de Venn, uniendo políticos con sus ciudades de origen y las líneas de alta velocidad, todo queda más claro. Una vergüenza.

Y ahora, hablan de privatizar el AVE. ¿Y qué línea van a privatizar? La lógica dice que las que dan pérdidas de dinero, para economizar y hacerlas más rentables. Pero, como esto es España, supongo que el magnate de turno extorsionará al político de turno para comprar, por un precio irrisorio, la línea Madrid – Barcelona. Hombre, claro: si quiero comprarme un trenecito, que sea el que da dinero.
Entonces ¿el Estado vende algo que renta para que otro gane más dinero?
¿Dónde está el ahorro de la privatización? En los sueldos de los trabajadores, en la calidad del servicio, etc. Despidos en tropel y látigos de siete colas. Mañana el tren descarrila y la culpa es del operario. Spanair y unos cuantos accidentes de cercanías dan buena cuenta de ello.

Esto, hablando del AVE.
Entonces, si hablamos de Sanidad, ¿también podemos aplicar esta misiva? A partir de ahora, si privatizan la sanidad, todo va a ser mejor y más barato. El hecho de que determinadas personas tengan intereses depositados y que, por tanto, tengan ánimo de lucro, no va a interferir en absoluto en la calidad del servicio, ¿no?
¿Y la educación?

La gente no se entera…
YA LO HEMOS PAGADO.
Y lo hemos hecho entre todos, aportando un poco cada uno para cuidar los unos de los otros. Lo que ha fallado es la gestión. Y, de eso no tenemos culpa los ciudadanos.

Si lo que quieres es rentabilizar, elimina los cargos superfluos, a los incompetentes, a los que cobran por estar detrás de una mesa sin hacer nada, a los cargos de confianza… y pon al frente un consejo formado por gente que ha estado en las trincheras, que son los que saben lo que se cuece.
Pero no: aquí, si hay que poner un ministro de Economía, coloco a un banquero; ministro de Sanidad, un carnicero; ministro de Justicia, un imputado…
Esa no es la idea.

sábado, 19 de mayo de 2012

Presente simple. Presente perfecto... futuro incierto


Que el futuro es incierto ahora mismo no creo que nadie lo discuta. Podríamos debatir largo y tendido sobre la forma de salir de la crisis; sobre las formas erróneas que exponen otros sobre cómo salir de la crisis; sobre lo endémico de las crisis en el sistema económico actual debido a cómo se ha salido de anteriores crisis… etc. Al menos ahora mismo. En agosto volverá a empezar la liga y entonces tendremos algo con que rellenar los silencios sociales. Ahora que lo pienso, ¿Este año hay Euroliga? Leñe, lo tienen todo bien hilado.
El caso es que, al margen de largos momentos de reflexión y comeduras de olla diversas, podemos llegar a una conclusión que en parte podría calmar nuestra incertidumbre. Tal vez no sea la solución a nuestros problemas, pero sí que puede ayudarnos a anticiparnos en el tiempo.
Mis nulos conocimientos en física teórica evidencian que no he conseguido viajar en el tiempo para resolver los enigmas que ahora nos atormentan. Lo que me induce a pensar que parece que nos atormenta más a los ciudadanos que a los políticos de turno encargados de solucionarnos la papeleta. No es que me sorprenda, ya que los encargados de salvarnos son los mismos que hace uno o dos años aseguraban tener la solución a la crisis; los que se mostraban defensores de la clase trabajadora; los que no iban a subir el IVA bajo ninguna circunstancia; los que veían la amnistía fiscal como una absoluta monstruosidad; los que se postulaban en contra de los recortes sociales… etc.

Que no he inventado la máquina del tiempo, es evidente, dados mis escasos conocimientos en lo que quiera que sea necesario para desarrollar una máquina que pueda descomponer a las personas y volver a recomponerlas en un tiempo diferente y sin fusionarlo con moléculas de un díptero.
Pero aún así, echando un vistazo a nuestro entorno habitual, he conseguido esclarecer parte del futuro que nos espera si conseguimos salir de ésta. Y en realidad no es tan difícil: ¿Estáis preparados?
Estados Unidos.
Es tan obvio… Basta con ver sus películas y sus series para darse cuenta de que se está copiando sistemáticamente el modelo norteamericano en absolutamente todo.
Socialmente, económicamente, políticamente… en todo.

Nuestra política es total y absolutamente bipartidista. Esto hace treinta años no era así, aunque se empezaba a entrever. No hay nada que debilite más a un país que dos partidos que se van intercalando en el poder y que no cambian nada, excepto sus sueldos. Estados Unidos arrastra este problema político desde hace mucho y, aunque lo hemos visto venir desde hacía lustros, no hemos hecho nada para evitarlo: nuestros políticos no han sabido consensuar nada, excepto cambios en la ley electoral para auto perpetuarse.
Económicamente, nuestro sistema ha pasado de capitalismo a capitalismo atroz y salvaje. No necesitamos nada, pero lo queremos todo y lo renovamos cada vez que sale un producto “mejorado”. Costumbre importada directamente de los States. Ya no arreglamos nada. Todo se compra nuevo. En parte porque resulta más barato, lo que es obvio. Lo que no resulta tan obvio es el tema de la obsolescencia programada.
Socialmente cada día nos parecemos más a la sociedad norteamericana, con más diferencias entre los estratos, con más índice de obesidad en su población pero, curiosamente, más preocupada por la estética. Asociado a esto podríamos decir que, gastronómicamente nos decantamos cada vez más por lo rápido, pero nos encanta el elitismo culinario. Mantenemos una feroz batalla por el trono gastronómico con nuestros vecinos franceses, mientras nos han colado comida basura por el congelador. Como no hemos sabido exigir que nuestros políticos nos cuiden y nos han dejado a merced del sindicato del crimen (quiero decir, de la CEOE), la familia que tanto defienden algunos, resulta que es incompatible con el trabajo. De esta manera nos resulta más fácil recurrir al formato rápido que al elaborado. Todo es cuestión de tiempo: ya no vemos películas ni documentales, ahora se llevan más las series; no se leen libros, ahora hay blogs (no tengo ningún problema en reconocerlo). No entiendo cómo han dejado que nuestro sistema social se base en la necesidad de dos salarios mientras es incompatible con la conciliación familiar. Por no hablar de las diferencias salariales que existen entre los que producen con el sudor de su frente y los que se sientan en la silla a decirles a los que producen lo mal que lo hacen.
Hemos pasado años criticando el sistema sanitario español por las lista de espera y mientras, en lugar de paliar las carencias, lo que nuestros amados políticos han hecho ha sido desmantelar un sistema que busca la protección de sus ciudadanos para transformarnos, poco a poco, en mercancía en manos de alguien que quiere hacer dinero a expensas de nuestra salud. Mientras la gente no entienda que ganar dinero con los enfermos va unido irremediablemente a necesitar una sociedad enferma, no hay nada que hacer. Estamos vendidos. No querrán curarnos jamás: nos darán un remiendo para que volvamos lo antes posible y volver a cobrarnos por ello. Puede que intenten alargarnos la vida y que inviertan parte de nuestro dinero en prolongar nuestra agonía con el único propósito de alargar la sangría. Monetaria, se entiende… (me pregunto si por eso habrán insistido tanto en inculcarnos la idea de que la eutanasia es tan mala ¿estarán ganando tiempo?)

El caso es que si de algún modo queremos saber qué nos depara el futuro, basta con hacer un cálculo. Fijémonos en las series y películas norteamericanas y tomemos notas sobre el retardo con el que se producen aquí los cambios. Hay que tener en cuenta diversos factores, como por ejemplo lo que tarda en llegar aquí un capítulo tras la emisión en su lugar de origen. Con eso, puedes adivinar el modelo de móvil que se pondrá aquí de moda y que usa el/la protagonista. Lo mismo con los coches y otros productos. El otro día me fijé en las televisiones planas y tardé un buen rato en caer que la serie que veía tenía un montón de tiempo. Si yo aún no tengo una es porque mi tele culona aún funciona perfectamente y porque me sigue pareciendo carísimo pagar alrededor de 1.000 € por una tele que me produce dolor de cabeza cuando la imagen es en movimiento porque veo desenfoque. Tampoco tengo 1.000 € y si me compro una tele alguna vez es porque la uso para poner algún que otro videojuego en la Xbox y porque me resulta absolutamente necesaria para ver películas y series.

En definitiva.
En vista de que nunca hemos sabido defender nuestro estilo de vida (muchos creerán que pinchar a un animal es un estilo de vida) supongo que es cuestión de tiempo que empecemos a ganar dinero ganándonos juicios los unos a los otros. Tenemos una enorme cantidad de abogados deseando hacerse ricos ganando juicios por cosas que hace diez años nos habría resultado absurdo.
Que nadie se lleve las manos a la cabeza cuando en las noticias veamos que un energúmeno ha ganado una abultada cantidad de dinero como indemnización por haberse quedado sin pene al introducirlo en la impresora para hacer la gracieta. “Es que, en el manual, no decía que no se puede hacer”. Me veo comprando una película y un manual de instrucciones interminable enumerando qué no puedo introducir en el agujerito del disco. Al tiempo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Eterna juventud, perpetua niñez.


Lo que los psicólogos del mundo han querido llamar Síndrome de Peter Pan, es lo que la sociedad actual suele denominar como fenómeno “friki”. Aunque este término en realidad sólo sería aplicable a un fragmento del síndrome y viceversa, ambos son un complemento del otro.
Dicho fenómeno se ha gestado en la generación de los nacidos en los años setenta. Herederos de los juegos sencillos y del uso de la imaginación, vimos cómo nuestros hermanos pequeños, primos o sobrinos se desenvolvían en la nueva ola de videojuegos. De modo que, pasamos de realizar actividades físicas a querer apretar un botón, pero al mismo tiempo seguíamos manteniendo el contacto con el mundo exterior. Hemos sabido combinar la magia de los juegos al aire libre, los videojuegos y otras formas de entretenimiento. Una de esas formas podría ser llamada a coronarse como máximo exponente del frikismo: los juegos de Rol. Sentarse alrededor de una mesa y dejar volar la imaginación, dejando que el azar decidiese el siguiente paso que tu personaje se vería avocado a dar. Lo que antes era objeto de preocupación por parte de los progenitores se ha tornado prácticamente un deseo de las generaciones de padres actuales, que ven cómo sus hijos vierten su tiempo frente al televisor. Tal vez depende del tipo de padres y este problema se pueda enfocar de una u otra manera para poder llegar a un consenso educativo. A mi personalmente me resultaría inviable negarle a mis hijos el acceso a la videoconsola cuando reconozco ser un seguidor de este tipo de entretenimiento. Eso sí: de forma comedida. Tal vez lo mejor sea sentarme junto al crío y disfrutar de partidas conjuntas. De ese modo puedo ganarme la autoridad para apagar la consola y al mismo tiempo disfrutar de su tiempo de juego a su manera, que a todas luces es lo que para los niños realmente cuenta.  

Diferentes sucesos de novela negra hicieron que los juegos de rol se cuestionasen como método de entretenimiento, ya que podían ser refugio de adolescentes desequilibrados o mentalmente inestables. El tiempo y la cordura han revelado la realidad plausible que demuestra que una persona desequilibrada o inestable busca o encuentra refugio en cualquier parte y lleva consigo el peligro de la obsesión. Que aflore la violencia sólo es cuestión de tiempo y nunca será justo culpar el desencadenante. Lo que tal vez nadie se para a pensar es que, probablemente, este tipo de juegos o cualquier tipo de válvula de escape que alguien quiera usar sea precisamente el instrumento para que el desequilibrio nunca llegue a desbocarse.
Lo único que cambia es el objetivo a culpar y el jurado inquisidor, que cambia con las generaciones. Cada generación tiene su “culpable” y los juegos de rol fueron en los años noventa como los videojuegos violentos lo son ahora.
El tema de Rock y el Heavy Metal es universal para cualquier generación. Si en un juicio el fiscal demuestra que el acusado y “presunto” es jugador, véase de rol o de videojuegos pero, como añadido, suele escuchar Heavy Metal de forma regular, directamente se considera que a la fuerza tiene que ser culpable de algo y, por tanto, se le condena. Mediática o jurídicamente. De eso no te libras. Y, por lo que más quieras, que no se descubra que el susodicho está en posesión de algún disco o camiseta de Cannibal Corpse o Cradle Of Filth…

Lo curioso es que anteriores generaciones que han participado en juicios de valor y decían estar preocupados por el futuro de sus hijos, ahora sienten pánico por la educación de sus nietos. Se encomiendan a quien haga falta para que sus amados hijos puedan inculcar el valor que tiene sentarse alrededor de una mesa con unos dados de formas geométricas a las que les encantaría poder poner nombre. Claro ejemplo de frikismo es saber que un dado de veinte caras se llama Icosaedro y es un poliedro, al igual que el resto de dados usados y que los jugadores guardan como auténticos tesoros. Esta información, aparentemente superflua, dota al friki de conocimientos de cultura general que convierten el conocimiento en fuente de inspiración vital. Son esos mismos frikis los que pueden decirles a los abuelos que en la Wikipedia tienen toda la información a su alcance y ahí pueden empezar su viaje todas partes. Un mundo lleno de conocimiento está ahí, aguardando a ser descubierto.
Se suele afirmar que el conocimiento del que hacen alarde los frikis es superfluo, pero no creo que el conocimiento se pueda considerar superfluo, sino el uso que se pueda dar de él. Que se lo digan a nuestros padres y a su habilidad para recitar los reyes godos del tirón.
Reproducir con uno o varios amigos la escena de Monty Python de “Los caballeros que dicen NI” podría decirse que es de obligado cumplimiento, ya que fue el humor absurdo de este grupo cómico inglés uno de los precursores del movimiento friki. Tan importante es que, incluso Los Simpson, dedican un episodio a este trascendental fenómeno en el que se parodia dicha escena con unos empollones que instigan a Homer con el famoso ¡¡¡Ni, Ni, Ni!!!. Almáciga, arenque… palabras eternas, sin duda. En los tiempos que corren, una escena muy recurrente es la que porta la frase de “¿Ven ustedes la violencia inherente al sistema?” Y es que los gags de Monty Python son desternillantes y prolíficos a partes iguales.
Seguro que cualquier padre preferiría que sus hijos viesen películas de humor inteligentemente absurdo y absurdamente inteligentes, antes que observar cómo sus vástagos se desternillan viendo programas de la telebasura. Pero si somos honestos, sólo los padres que se preocupan porque sus hijos no vean telebasura son los que consiguen que sus hijos no vean telebasura. Si bien es cierto que la oferta televisiva es bastante floja, por mucho que el Gobierno y distintas entidades antipiratería se empeñen, Internet nos ha dotado a los frikis de un verdadero manantial de ocio y cultura reunido en un mismo monstruo al que lo último que querríamos sería vencer a golpe de dado.

Lo más curioso es que haya tanta gente que se identifica con el fenómeno friki. Se podría hacer un estudio al respecto, y no voy a ser yo quien se encargue de hacerlo: mi frikismo se reduce a la música, el cine, las series, leer, escribir y procurar por todos los medios que mi hija no sea otro ladrillo en el muro. Cosa que, me temo, tendremos que hacer en solitario, ya que la educación como institución a nivel gubernamental está sumida en las más profundas tinieblas. No me queda tiempo para hacer estudios, aunque el tema me resulte interesante. Tengo que comprobar si hay disponible algún capítulo nuevo de The Big Bang Theory.
Siempre preferiré que me llamen “friki” a que me identifiquen con… dejémoslo en algo genérico: con la tele.
Me despediría con la recurrente frase de "Me voy a actualizar mi blog", pero es evidente que acabo de hacerlo.

sábado, 5 de mayo de 2012

Barrenderos


Volviendo hace un momento del trabajo, al desviarme de la autovía hacia mi casa por la salida de costumbre, he visto, como cada mañana que me toca volver del turno de noche, al camión de la basura. Aparcado en doble fila, con las luces de emergencia activadas y los empleados desayunando. El mismo sitio. La misma hora. Me parece estupendo. Diría que es muy saludable empezar el día con un buen desayuno, pero me da a mi que lo que hacen es dar la bienvenida al fin de su jornada. Como yo, pero llenando el buche en vez de escribir (si se tercia, que no todos los días tiene uno el cerebelo para calambres) El caso es que me ha venido, de repente, la voz del maestro echándome el puro por no estudiar. No ha sido una voz concreta, ni un momento en el tiempo que pueda ubicar con exactitud, porque de hecho diría que no ha sido un recuerdo, sino un pensamiento forzado por la situación. Probablemente primero ha sido todo un proceso mental reducido a una fracción de segundo y que se ha transformado en esa imagen a modo de resumen audiovisual.

Ha sido una fracción de segundo cargada de la más burlesca de las ironías. La de veces que los barrenderos habrán sido puestos como ejemplo de lo que nadie quiere ser en la vida y lo envidiados que podrían llegar a ser ahora mismo para una gran cantidad de personas en este país. Hay que joderse. Con perdón.
Pánico hemos sentido de niños cuando el profesor o nuestros padres nos decían aquello de “¿Es que quieres ser un barrendero? Pues si no estudias, no vas a ser mas que eso”.
Infinitas veces me imaginé a mi mismo disfrazado con un mono reflectante amarillo que me quedaba enorme porque no había tallas para niños que no querían estudiar, paralizado ante mi “yo” adulto, que posaba en mí una mirada inquisidora y llena de reproche. Me pregunta, sin articular palabra, cómo pude permitir que ambos llegásemos a ese punto. Una ligera negativa de mi adulta cabeza con la mirada aún fija, me deja claro que no hay nada peor que decepcionarse a uno mismo.

Y ahora, unas cuantas noches de fiesta después, resulta que no sólo conseguí poder aspirar a algo “mejor”  (las comillas profesan respeto), sino que algunos de los que jamás pensaron que pudiesen temer algo así, darían lo que fuera por tener ese trabajo. Tanto estudiar carreras, masters y módulos para envidiar la sencillez del que dobla el espinazo y se gana el pan con sus manos. Atrás quedó aquel famoso “Si no estudias, no serás nadie”. Ahora se ha transformado en un “Se alguien y ten la suerte de encontrar un buen trabajo”. ¿Estudiar? Diría, más bien, adquirir conocimientos. Hay una sutil diferencia y es que una implica un esfuerzo asociado a la privación. El otro, conlleva placer.
Y esto me lleva a reproducir mentalmente el fantástico diálogo de una maravillosa película:

- Lo más triste de todo es que dentro de cincuenta años empezarás a pensar por ti mismo, y te darás cuenta de que sólo hay dos verdades en la vida: uno, que los pedantes sobran, y dos, que has tirado 100.000 pavos en una puta educación que te habría costado un par de dólares por los retrasos en la biblioteca pública.
- Sí, pero yo tendré un título, y tú servirás patatas fritas a mis hijos cuando paremos a comer algo antes de ir a esquiar.
- Es posible, pero yo seré una persona de verdad.
                                                                                              El indomable Will Hunting.

Estudiar o no estudiar. Esa es la cuestión. Lo que nadie se para a pensar es en la finalidad del estudio. ¿Estudiamos para ser más competitivos, para ser mejores seres humanos o para cobrar más dinero? ¿Por qué tenemos que decidir el resto de nuestra vida cuando no tenemos autonomía ni para lavarnos la cara por las mañanas?
 Al final resulta que da igual que hayas estudiado en su momento o lo hagas ahora por placer. En ambos casos la conclusión lógica es la frustración. Los que estudiaron y no tienen trabajo, porque probablemente se arrepienten de haber elegido un camino que a la postre ha resultado el más trillado y, los que no estudiaron, porque creen que, si hubiesen estudiado, ahora podrían aspirar a algo mejor. O puede que la conclusión no sea lógica y simplemente todo sea fruto de la suerte y nada más que de la suerte.

Ahora, la pregunta del millón: ¿Queremos que nuestras calles las barran individuos que han obtenido dicho puesto de trabajo por tener una nota de corte más alta? ¿Las calles estarán más limpias? ¿Las personas con mayores estudios, ensucian menos?