Ir o no
ir a la huelga que se está gestando para el día 29 es un asunto peliagudo. La
comidilla de estos días. A falta de un Madrid – Barça que acalle nuestras
conciencias y con un Fernando Alonso ganando de rebote, los currantes nos
tenemos que conformar con conversaciones de segunda o tercera.
“¿Voy o
no voy a la manifestación? Secundar la huelga me duele más, porque pierdo
dinero, pero me gustaría ir a la manifestación”. Entiendo: pero recuerda que
pierdes dinero porque en su día no hiciste huelga.Suma y sigue.
Si lo
que queremos es buscar motivos para ir a trabajar y dejarnos de conversaciones
peliagudas, es sencillo: tienes derecho a trabajar y no secundar la huelga.
Descuida, que nadie te va a quitar ese derecho. Otros sí.
¿Qué
pensarían nuestros padres, los de hace treinta años, si les expusiesen el presente
del año 2012? Lo de los teléfonos móviles con Internet, Whatsapp y Angry Birds
es una auténtica pasada. Máxime si lo extrapolamos a un tiempo pasado.
¿Pero
qué pensarían si les dijésemos que los trabajadores podríamos ser despedidos
por el simple hecho de enfermar? “Imposible”, dirían. ¿Y qué les parecería que
les dijésemos que por no trabajar un día para defender tus derechos, dejarías
de percibir el salario equivalente a dos o tres jornadas? “No me lo creo”, sería
su posible respuesta.
Que los
sindicatos han sido malísimos es algo que la gente está argumentando sin parar.
No voy a ser yo quien rompa una lanza por los sindicatos, pero creo que, dado
que la sociedad tiende a perder el hilo de sus propios pensamientos, veo
necesario recordar que los sindicatos no han intervenido para nada en la
imposición a la que nos están sometiendo al aceptar la Reforma Laboral.
Por
supuesto, de haber intercedido para negociar, con toda probabilidad habría sido
incluso peor… pero como lo importante no es inventarse lo sucedido, sino
limitarse a resolver la realidad, lo suyo es no perder el rumbo en este tema.
Es
cierto que, desde cierto punto de vista, se podría aducir que secundar la
huelga sería perder dinero por el mero hecho de protestar contra algo que ya
nos han impuesto y para lo que no hay remisión. Esta perspectiva la podría
compartir, pero prefiero pensar que lo que me mueve a salir a la calle no es
protestar, sino levantar la voz y hacer piña. Democracia, que se suele decir.
Que precisamente nos han impuesto algo que no queremos y para lo que no nos han
preguntado es, en resumidas cuentas, el mayor motivo para salir a la calle el
jueves y, para que nos entendamos todos, decir: “No te columpies, que te veo el
plumero”. Piensa que, total, dejar de ganar ochenta o cien euros es una ruina
para el banco, y no para ti ni tu familia. Si en realidad a fin de mes no hemos
llegado ni a echar cuentas. No merece la pena.
Fastidia
mucho que digan que hay que hacer recortes mientras la austeridad desayuna en
el Palace o come caviar. No es que me importe apretarme el cinturón, es que me
duele tener que hacerlo aún más. Máxime cuando hay gente que se estará
beneficiando de mi sufrimiento. Máxime cuando lo que está en juego es la salud
de mi pueblo y la educación de nuestros hijos… ¿No hay de dónde agarrar?
En
serio: que no me importa ir a trabajar. Llevo haciéndolo bastante tiempo y soy
consciente de que aún me queda mucho más. Pero no nos lo hagáis más cuesta
arriba.
Daos
cuenta de que, de momento, aún me compensa, pero teniendo en cuenta vuestra
forma de hacer las cosas, acabaréis echándolo todo por la borda y la gallina de
los huevos de oro enfermará y nadie la curará. Ahora que lo pienso, ¿Quién iba
a querer enseñar medicina? Enseñanza y Medicina, juntas en un mismo oficio.
Porque
si me están quitando lo que hasta hace tres días era mío, puede que mañana les
de por instaurar de nuevo antiguas leyes como tener que suplir a un familiar
enfermo en su puesto de trabajo o el mismísimo derecho de pernada… Impensable,
¿verdad? Pues a lo mejor nos lo preguntan nuestros hijos dentro de treinta
años.
Nuestros
padres fliparían viendo un cóctel Molotov en una pantalla plana de alta
resolución. ¡¡Y en 3D, nada menos!!