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miércoles, 28 de marzo de 2012

Ir o no ir. Esa es la cuestión.


Ir o no ir a la huelga que se está gestando para el día 29 es un asunto peliagudo. La comidilla de estos días. A falta de un Madrid – Barça que acalle nuestras conciencias y con un Fernando Alonso ganando de rebote, los currantes nos tenemos que conformar con conversaciones de segunda o tercera.
¿Voy o no voy a la manifestación? Secundar la huelga me duele más, porque pierdo dinero, pero me gustaría ir a la manifestación”. Entiendo: pero recuerda que pierdes dinero porque en su día no hiciste huelga.Suma y sigue.
Si lo que queremos es buscar motivos para ir a trabajar y dejarnos de conversaciones peliagudas, es sencillo: tienes derecho a trabajar y no secundar la huelga. Descuida, que nadie te va a quitar ese derecho. Otros sí.
¿Qué pensarían nuestros padres, los de hace treinta años, si les expusiesen el presente del año 2012? Lo de los teléfonos móviles con Internet, Whatsapp y Angry Birds es una auténtica pasada. Máxime si lo extrapolamos a un tiempo pasado.
¿Pero qué pensarían si les dijésemos que los trabajadores podríamos ser despedidos por el simple hecho de enfermar? “Imposible”, dirían. ¿Y qué les parecería que les dijésemos que por no trabajar un día para defender tus derechos, dejarías de percibir el salario equivalente a dos o tres jornadas? “No me lo creo”, sería su posible respuesta.

Que los sindicatos han sido malísimos es algo que la gente está argumentando sin parar. No voy a ser yo quien rompa una lanza por los sindicatos, pero creo que, dado que la sociedad tiende a perder el hilo de sus propios pensamientos, veo necesario recordar que los sindicatos no han intervenido para nada en la imposición a la que nos están sometiendo al aceptar la Reforma Laboral.
Por supuesto, de haber intercedido para negociar, con toda probabilidad habría sido incluso peor… pero como lo importante no es inventarse lo sucedido, sino limitarse a resolver la realidad, lo suyo es no perder el rumbo en este tema.

Es cierto que, desde cierto punto de vista, se podría aducir que secundar la huelga sería perder dinero por el mero hecho de protestar contra algo que ya nos han impuesto y para lo que no hay remisión. Esta perspectiva la podría compartir, pero prefiero pensar que lo que me mueve a salir a la calle no es protestar, sino levantar la voz y hacer piña. Democracia, que se suele decir. Que precisamente nos han impuesto algo que no queremos y para lo que no nos han preguntado es, en resumidas cuentas, el mayor motivo para salir a la calle el jueves y, para que nos entendamos todos, decir: “No te columpies, que te veo el plumero”. Piensa que, total, dejar de ganar ochenta o cien euros es una ruina para el banco, y no para ti ni tu familia. Si en realidad a fin de mes no hemos llegado ni a echar cuentas. No merece la pena.

Fastidia mucho que digan que hay que hacer recortes mientras la austeridad desayuna en el Palace o come caviar. No es que me importe apretarme el cinturón, es que me duele tener que hacerlo aún más. Máxime cuando hay gente que se estará beneficiando de mi sufrimiento. Máxime cuando lo que está en juego es la salud de mi pueblo y la educación de nuestros hijos… ¿No hay de dónde agarrar?
En serio: que no me importa ir a trabajar. Llevo haciéndolo bastante tiempo y soy consciente de que aún me queda mucho más. Pero no nos lo hagáis más cuesta arriba.
Daos cuenta de que, de momento, aún me compensa, pero teniendo en cuenta vuestra forma de hacer las cosas, acabaréis echándolo todo por la borda y la gallina de los huevos de oro enfermará y nadie la curará. Ahora que lo pienso, ¿Quién iba a querer enseñar medicina? Enseñanza y Medicina, juntas en un mismo oficio.
Porque si me están quitando lo que hasta hace tres días era mío, puede que mañana les de por instaurar de nuevo antiguas leyes como tener que suplir a un familiar enfermo en su puesto de trabajo o el mismísimo derecho de pernada… Impensable, ¿verdad? Pues a lo mejor nos lo preguntan nuestros hijos dentro de treinta años. 

Nuestros padres fliparían viendo un cóctel Molotov en una pantalla plana de alta resolución. ¡¡Y en 3D, nada menos!!

jueves, 22 de marzo de 2012

Que se pudran en la cárcel.


Una frase muy recurrente cuando tenemos ante nosotros a un delincuente es ese famoso “que se pudra/n en la cárcel”. Que la frase está llena de rencor es un hecho al que en realidad no habría que darle muchas vueltas ni es necesario discutir. Por lo general suele ir acompañada de otras perlas que no vienen al caso.
Si el reo al que se le interpelan estas frases tan manidas ha cometido un crimen atroz, nadie en su sano juicio suele interceder por sus derechos y todos al unísono pensamos que el lugar más idóneo para que pase el resto de su vida es la cárcel. Así lo alejamos de nuestros seres queridos, protegiéndolos de individuos tan indeseables como el acusado ficticio que he inventado para situarnos en este menester.
Lo que no consigo entender es cómo la gente no suele pararse a pensar que siempre sería mejor evitar el crimen. Puede que sí que se paren a pensarlo, pero me da la sensación de que lo que en realidad suelen hacer es encomendarse a Dios y pedirle explicaciones de por qué ha consentido que le pase algo malo a alguien tan bueno. Lamentarnos de lo sucedido es algo a lo que estamos muy acostumbrados.
Lo que no solemos hacer es adelantarnos a los acontecimientos y tratar de impedir que sean esa clase de cosas malas las que ocurran a gente buena.

Creo que pensamos más en la venganza que en el método de evitar que ocurran desgracias. Nos gusta más señalar con el dedo al culpable, que elogiar al ingeniero que evita una catástrofe, sea del tipo que sea. Pero, como es lógico, nadie es consciente de las catástrofes que no llegan a suceder.
Somos rencorosos por naturaleza y nuestras energías las gastamos en apresar a los culpables y meterlos en la cárcel asegurándonos de que deje de ser un peligro para la sociedad. Interpelamos que ese es el método para reinsertarle, cuando en realidad ni siquiera pensamos en lo que eso significa: no creo que una persona se reinserte en la sociedad estando simplemente incomunicado y privado de su libertad.
¿En qué mejora eso su situación?
Mi idea es que, para precisamente reinsertar a los condenados, habría que estudiar el caso con detenimiento. Como ahora mismo la Justicia (su administración, habría que puntualizar) está desbordada, tal vez no sea el momento de colocar más carga a sus espaldas. Pero sí que se podría cambiar cierto aspecto de la condena. ¿Y si en vez de condenar a una cierta cantidad de años incomunicado en prisión, se obligase al reo a cumplir una condena estudiando? Es sencillo: dependiendo del crimen, la condena sería mayor, por supuesto y, de ese modo, conseguimos diferentes objetivos. La ansiada privación de libertad calma a los que persiguen la venganza y apartarlo de la sociedad. Pero lo más importante es que, una vez acabada su condena, el preso tiene una carrera (o varias) para poder hacer algo de provecho una vez sale de prisión.
Por otro lado, dejaría de haber cifras desorbitadas en las sentencias y todos sabríamos a qué se ha condenado de verdad a cualquier acusado.
“Este tribunal le condena a una pena de no menos de dos carreras universitarias y no más de las susodichas dos carreras universitarias”.
Si es capaz de sacarse dos carreras en tres años, cinco o diez, depende única y exclusivamente de la motivación personal.

Vivimos en una sociedad que prefiere pensar en castigos para un violador a evitar la violación; castigos para un asesino a evitar el asesinato o castigos para un ladrón a evitar el robo…
La forma de evitarlo es la educación. Todos lo sabemos, ¿verdad?

jueves, 15 de marzo de 2012

For the Loewe of God!


A día de hoy, con Internet, el libre intercambio de información y las redes sociales, ya no hace falta pagar por una cuña publicitaria. Es más, diría que el efecto virulento es mayor si no se vierte ningún dinero en la campaña en cuestión.
El último vídeo que se ha encargado de incendiar las redes sociales viene por la obra y gracia de Loewe, marca elitista donde las haya.
Les ha bastado con reunir a unos cuantos jóvenes “hijos de” (sin puntos suspensivos y entre comillas para hacer ver que sus padres son famosos) y rodar un vídeo con un par de frases superficiales, cuatro poses artificiales y el típico deje pijo, para lanzar una campaña difusora sin precedentes. Y es que el resultado ha sentado muy mal a la sociedad en general y a la juventud en concreto porque dicen no verse en absoluto reflejados.
Muchos son los insultos que se están llevando estos protagonistas. No es que vaya a dar un paso adelante en su defensa, pero creo que está un poco fuera de lugar lanzarles cubos llenos de improperios con la intención de mojar sus conciencias. Que en su mayoría, con asumida probabilidad, estos jovenzuelos no hayan pasado ninguna penuria en su vida y mucho menos dificultades económicas, no significa que sea moralmente cuestionable aprovechar su apellido para llevarse un pellizco y dejarse ver un poco.

Lo que me llama la atención es lo bien que le ha salido la jugada a Loewe… Que una marca tan elitista y reservada para unos pocos afortunados haya conseguido que se hable tanto de ella sin apenas invertir en publicidad, es un logro digno de elogio.
Tal vez ésta fuese su intención desde un principio o tal vez no. En ese sentido, habría que darle el beneficio de la duda tanto a la empresa anunciadora, como a la anunciante y sus expertos en marketing.
Lo que creo que es incuestionable es que la indignación de la ciudadanía no va a cambiar nada y, si lo hace, no va a ser hacer temblar los cimientos de una compañía de lujo. Puedo presumir que marcas como esta en cuestión no hacen expedientes de regulación de empleo… su negocio está a salvo, ya que los ricos no están en crisis.
Pero, sin duda alguna, no van a ver ningún tipo de presión que les fuerce a una situación delicada y es por una razón muy simple:
Los que no compraban en su tienda, bien por gusto o bien por inaccesibilidad, seguirán sin hacerlo y, los que sí lo hacían, se sentirán más impulsados a hacerlo que nunca porque su exclusividad se ha visto triunfalmente dilatada.  

martes, 13 de marzo de 2012

Sana, sana. Culito de rana.


Estar sano no es ningún privilegio. Caer enfermo es algo humano. Nuestras defensas no siempre pueden frenar el ataque de bacterias o virus. A veces un estornudo no es nada y otras es el preámbulo de unos días incómodos encerrado en casa y metido en la cama sin poder moverse.
Nadie quiere pasar por esa situación. Hay ocasiones en las que una enfermedad no tiene nada que ver con una batalla perdida ante microorganismos: un accidente puede llevarte a una convalecencia a la que de buen grado cualquiera renunciaría.
Se puede presumir que puede llegar a darse el caso en el que alguna persona finge un estado de enfermedad transitoria para cobrar dinero de un seguro o para ausentarse del trabajo de manera fraudulenta. Seguro que eso ocurre. Pero no se puede presumir que todo el mundo es así.

De modo que alguien tuvo la genial idea de recaudar dinero de todos los contribuyentes y así sufragar una seguridad social para todos los ciudadanos. La idea era sencilla: se establecía un porcentaje para todos los trabajadores y de ese modo se creaba un sistema sanitario nacional.
Todo el mundo queda cubierto. De ese modo, si te indispones, sólo tienes que ir al médico, que es el que sabe de curar enfermos: te diagnostica y te trata. Dicho médico considera si necesitas permanecer de baja o si puedes continuar con tu cotidianeidad laboral.

Lo mejor de todo es que no hay índices de beneficios. Al no haber ningún ánimo de lucro, nadie especula con los gastos, con los beneficios o con los recortes en medios, material o maquinaria.
Es perfecto: no hay lugar al beneficio económico de nadie, por lo que la corrupción queda descartada. Nadie puede llenarse los bolsillos, ya que el presupuesto está previsto con antelación y todo está debidamente atado. Y como no hay un empresario que antepone su estipendio a la salud de un individuo, es imposible que se desatienda las necesidades del paciente en detrimento de las ganancias.
Es una ventaja social importantísima, ya que una sociedad sana es una sociedad productiva al cien por cien. Si enfermas, se te cura. El mayor beneficio es tener a las personas rindiendo al máximo y sin preocuparse por su deterioro.
Si puntualmente no queda cubierto todo por falta de recursos, siempre se puede recaudar algo más o reducir ciertos gastos superfluos. ¿Quién se opondría a tener la certeza de que será atendido en un hospital, ambulatorio o clínica cuando le haga falta? ¿Tiene precio saber a ciencia cierta que no debes estar pendiente de tu tarjeta de crédito cuando has de salir corriendo a Urgencias? ¿No es magnífico saber que la patria se preocupa por su sociedad?

Pues resulta que no: es mejor tener a la gente enferma.
Puede que sea una maniobra para debilitarnos y poder doblegarnos fácilmente dada nuestra flojera. O puede que estén espoleando la propia evolución de las especies creando una nueva raza humana genéticamente superior y que es capaz de la sanación espontánea. Para ello, debemos empezar a adquirir conocimientos en medicina. Todos a la universidad.

domingo, 11 de marzo de 2012

Qué mal está la cosa.


Sí que debe estar mal la situación actual cuando los trabajadores han perdido completamente la voluntad de mejorar su situación.
Con la excusa de la crisis, se están cometiendo barbaries sociales e irregularidades de todo tipo. Después de años de tener que oír a la oposición decir que ellos tenían el remedio para salir de la crisis, ha sido cuando han pasado a formar parte de la cúpula del Gobierno cuando están demostrando que en realidad lo que querían era escalar y sentarse en el trono. Pero para ellos, tener el cetro en las manos no es sinónimo de actuar con lógica.
Que para recuperarse hace falta dinero, es una perogrullada. Es innecesario recalcarle a la sociedad que hay que ahorrar y sacar dinero de donde no lo hay. Todos lo sabemos. Hay que tener riqueza para generar riqueza. Pero exprimir al que menos tiene, en un país desarrollado como debería ser España, no debería ser nunca una opción.

Apretarse el cinturón podría ser válido cuando ya has levantado todas las piedras y no encuentras otra manera de sufragar el país. Lo que no tiene mucha lógica es despilfarrar a espuertas por un lado y predicar mientras la devoción a la Virgen del Puño, máxime cuando el esfuerzo se le pide a quien menos tiene.
El índice de millonarios se ha multiplicado en los últimos años, mientras las hipotecas de los mileuristas se han disparado.
En una sociedad en la que compaginar la vida laboral con la familiar es una utopía, al menos deberían ser conscientes de que la burguesía era burguesía cuando un sueldo daba para que una familia tuviese una vida cómoda. Con el paso del tiempo, dicha clase social se vio forzada a necesitar de dos sueldos para poder mantener su tren de vida. A día de hoy, da igual el número de salarios que entran en una casa: nunca es suficiente.
Nadie entiende las cuentas de los bancos, ni sus fórmulas mágicas para establecer la mensualidad de la hipoteca. La fórmula del hipotecado es sencilla:
-Partamos de una hipoteca de 180.000 €.

Si 180.000€ son 30.000.000 ₧, establecemos que;
Para una hipoteca a 30 años, el préstamo sería de 30 x 12 mensualidades;
Por tanto, 30.000.000 a 30 años sería 1.000.000 ₧ al año a pagar;
  • 6.000€ al año, sería 500€ al mes.

Ahora, echemos las cuentas de lo que pagamos a lo que tendríamos que pagar (sin intereses). Todo lo que pagamos de más, es un regalo para esos que se han hundido y hemos tenido que rescatar. Intereses aplicados desde la más estricta fórmula bancaria que ni los eruditos entienden. Luego hay que contar con el Euribor o IRPH, suelo hipotecario, oscilaciones del mercado, domiciliaciones varias, retrasos, mantenimiento de cuenta, correo no deseado y la que te cuelan sin querer.

Pero lo espeluznante es que los propios trabajadores han tirado la toalla. Nadie cree en nada. Los sindicatos son unos traidores y, los franceses, esos vecinos envidiosos que aprovechan cualquier oportunidad para insultarnos. Eso sí: ellos la lían parda para defender sus derechos.
Su sentido del humor no pasa porque el gobierno se ría de ellos. Y que nadie se crea que los estudiantes se unen para las huelgas o que los taxistas tienen mucha influencia. Allí lo que hay es empatía: si uno sufre, sufrimos todos.
Aquí, en cambio, lo que hay es el síndrome de “Todos igual de jodidos”. “¿Te recortan el sueldo? No te quejes, que a mi me lo recortaron primero”. Es curioso que prefiramos que todos los ciudadanos tengamos la misma ausencia de derechos a que tengamos los mismos beneficios.

Qué malita está la cosa, cuando se está convocando una huelga general y los que tenemos los sueldos a la altura del betún o los que estamos en paro, preferimos cargar contra los sindicatos antes que librar batallas que podemos ir ganando poco a poco. Nos ahogamos en un cóctel molotov. “Es que son unos sinvergüenzas”…
Es cierto que las últimas negociaciones podrían habérselas ahorrado, porque negociar, lo que se dice negociar, ha sido más bien poco. Pero que en pleno 2012 los sindicatos hayan perdido credibilidad no significa que tengas que quedarte en casa el día que quieren salir de la crisis volviendo a la Edad Media.
Mientras tanto, los sueldos vitalicios de algunos están más seguros que nunca y los derechos de los que más tienen, a resguardo en bancos de paraísos fiscales.
…Pero que no ofendan a nuestros deportistas, que saltamos a la yugular.

Pues sí que están mal las cosas.

Un Euro por tus pensamientos.


La crisis la pagamos todos. Este es un lema que desgraciadamente tenemos que escuchar con demasiada frecuencia estos últimos días. Todos sabemos que no hemos sido los mileuristas los que hemos metido a Europa en esta situación.
Nos prometieron bonanza con la llegada del Euro, esa moneda única que cabalgaba a lomos de poco menos que un Pegaso. Pidieron paciencia porque el cambio se realizaría poco a poco. Había que medirse con otros países más fuertes, por lo que tendríamos que hacer un esfuerzo y adaptarnos a los precios de Francia o Alemania mediante subidas de impuestos o redondeos al alza. Nuestros salarios han dado para poco esta última década, pero con las ayudas percibidas desde la Comunidad Europea, todos suponíamos que España se estaba poniendo a la altura de otras naciones punteras en economía.
Pues resulta que lo que ha pasado es que ese dinero prestado se lo han repartido entre unos cuantos y nos han dejado con los mismos sueldos que hace diez años… ¿Quién iba a pensar que en un país como España, en pleno siglo XXI podría suceder algo así?
Esta forma de dejar al pueblo desvalido es más propia de países a los que mandamos ayuda y las tropas rebeldes se encargan de bloquear lo que con toda seguridad sería vidas salvadas: que la riqueza se la repartan entre un quince por ciento y el ochenta y cinco restante se tenga que buscar la vida, es más propio de países que viven bajo el yugo de la opresión tiránica de una dictadura que en una esplendorosa democracia.
O es que nos han estado tomando el pelo.

Que haya llegado la hora de devolver esas ayudas y que no tengamos cómo hacerlo, no significa que estemos exentos de arrimar el hombro. Grecia bien sabe que el hecho de tener las arcas vacías no es una excusa para argumentar la negativa a cumplir las responsabilidades. Desde otro punto de vista, la alabada “dación en pago”, podría considerarse igual de demagógica. El verdadero problema sería depurar responsabilidades desde la base y pedir compromisos a aquellos que han estado administrando dichas ayudas todos estos años. También se podría perseguir el fraude con mano de hierro y congelar las cuentas de aquellos que defraudan a ese país al que tanto dicen amar. Son esos mismos que no pagan lo que debieran los que se ponen banderitas en las solapas de sus carísimos trajes. Bien rápido nos embargan a los currantes nuestras nóminas cuando se nos olvida pagar el IBI o tenemos una multa pendiente.

Pero claro, hay que ser realista: no todos somos iguales. Nos han vendido esa falsa sensación para apaciguarnos, pero nada más lejos.
No somos iguales cuando unos van a la cárcel y otros consiguen millones de euros de indemnización prestado por bancos que poco después se declaran insolventes.
Tampoco se nos mide por el mismo rasero cuando a un trabajador que gana 1.200 euros le ponen una multa por ir a 100 km/h en una zona de 90 y bien le desestabilizan hasta la siguiente paga extra, mientras que a una persona que lleva su coche de lujo a 200 km/h en una autopista, le cae una sanción que sólo le obliga a renunciar a… bueno, a nada.
De hecho, no somos iguales de ninguna de las maneras.

"Un Euro por tus pensamientos". 

...Pero que no sea un arancel.

viernes, 9 de marzo de 2012

Bienvenidos.


Para mi primera entrada en este mundo del blog personal, prefiero hacer un texto sin perspectiva ni fondo. De esta manera consigo diferentes cosas: primero, estrenarlo, que es importante; segundo, dar a luz el blog en sí mismo y esparcir mis palabras a nadie, porque no tengo seguidores aún; y tercero, poder ver el blog y así ir pensando en qué cosas cambiar cuando aprenda a hacerlo. Resulta que dominar el arte de la configuración del diseño es algo que me cuesta bastante tiempo.

Ante todo, he de presentarme y decir quién soy. Pues bien: no soy nadie. Soy otro anónimo. Otro terminal más conectado a Internet y con el suficiente tiempo libre (de vez en cuando) como para sentarse para encadenar palabras. Por otro lado, tengo la suficiente arrogancia, autoconfianza y sabiduría como para ser consciente de que encadeno las palabras mucho mejor que otras personas que viven de, precisamente, encadenar palabras.
Lo que no voy a decir nunca es que soy ecuánime, imparcial ni objetivo, porque no lo soy.
Si algo quería dejar claro en el título del blog es precisamente que, cuando expreso una idea o pensamiento, lo que pretendo dejar claro es que en ella o él, lo que está plasmado es un proceso mental propio: personal y sólo en parte intransferible. Dichas ideas pueden estar basadas en otras o dar lugar a nuevas. Pero en ningún caso me apropiaré de ideas que no surjan de mis oportunas cavilaciones.

La frecuencia de las publicaciones dependerá siempre del tiempo del que disponga para escribir, que últimamente es bastante poco. Por otro lado, no me comprometo a seguir una pauta en cuanto a los temas a tratar. Si la inspiración es política, social, religiosa o médica, sólo depende de las circunstancias.
Para materias musicales, toda mi sabiduría está volcada en Metal4all, por lo que aquí no diré nunca nada en ese sentido.
En cuestiones prosaicas, me reservo el derecho de poder llegar a plasmar mis ideas de forma más convencional y, ¿quién sabe?, tal vez algún día publique algo.

En cualquier caso y para estrenar este modesto blog, acabo de batir un récord que desde hace tiempo parece difícil de conseguir, y es escribir sin faltas de ortografía, abreviaciones ni símbolos extraños a modo de expresión facial…

Esparcid la palabra, invitad a vuestros vecinos, queridos o enemigos y que cualquiera se empape de “Ésta es la mía”.
Bienvenidos y gracias.